Ganar, no merecer
César Nanclares Escudero - www.nanclymen.blogspot.com
Villoro es mexicano y escribió el libro antes del Mundial. Cualquiera lo diría porque leyendo sus páginas parece que está hecho a posteriori: clava todos los análisis y de ahí que no haya ángulo del deporte rey que no alcance a explicar. Entre las páginas 42 y 49 habla de ese "determinismo de la tradición". Y pone como claro ejemplo de tres selecciones estetas de la derrota: Holanda, Portugal y México. Los mexicanos tiene como lema "Sí se puede", explicación suficiente de que no son ganadores porque necesitan recordar que la victoria es posible cada vez que llega El Gran Día. El sábado era uno de ellos. Jugaron mejor que Argentina, dominaron el centro del campo, llegaron más y con más claridad al área... pero perdieron. Hoy en visto una imagen de Borgetti pidiendo perdón a la hinchada al acabar el partido. Jugamos como nunca y perdimos como siempre, debió pensar la estrella mexicana...
Sólo a mí se me ocurre ir a cenar después del partido al restaurante mexicano de al lado. Caras trsites en el servicio; esa cara de tonto que se te queda cuando pierdes y que tan bien conocemos en la piel de toro. Poco tardaron los argentinos en pasar por delante de las ventanas del restaurante para rebozar la victorias a sus víctimas puteadas. Para ganar hay que creerse la victoria primero, y festejarla sin complejos después. En eso los argentos son unos maestros...
Pero sigamos con el determinismo. Portugal hacía 40 años que no pasaba la primera ronda de un Mundial y ¡zas!, en octavos de final, Holanda, otra escuadra que gusta de jugar bien y perder. Y claro, como los extremos se tocan, como los polos del mismo signo se repelen, sale el partido más bronco ¡de la historia de los Mundiales!: 4 expulsiones e infinitas tarjetas. El determinismo se la jugó esta vez a cara o cruz y salió Portugal. Otra vez quedó demostrada la única certeza balompédica, la redondez del balón. De ella y sólo de ella nace la incertidumbre planetaria posterior. Saudade.